sábado, 13 de febrero de 2010

El Concejal

Nunca leyó un libro, pues en la escuela se ayudaba de resúmenes, y otros sistemas para pasar los exámenes, y no hizo el bachillerato; como profesional era menos que mediocre, y para colmo al cerrar la empresa se quedó en paro, llevaba ya seis meses, y gracias a la mujer que asistía en algunas casas, lograban pagar la casa, la comida, y el colegio de las niñas; como la mujer cosía, mantenía el vestuario de la familia, más alguna pieza, que de vez en cuando una vecina tenia a bien regalarle; y estando en estas le hicieron la propuesta, fue en el bar cutre de la esquina, donde solía recalar antes de la comida para comprar tabaco y tomarse un botellín:
-“Podías hacerte del partido, y dadas las circunstancias, tendrías incluso posibilidades de ir en la lista”
-“ Pero si yo nunca me he metido en política, si me parecen todos los mismos”.
-“ No importa, tu te apuntas, y verás como algo cae”.
Siguió tan doctos consejos y al poco estaba en la lista para las municipales ocupando un puesto destacado; sus rasgos faciales, de esforzado trabajador con noble apariencia, hicieron el resto y le granjearon un puesto destacado en las listas; cuando ganaron, le otorgaron una concejalia, la de deportes, porque no sabían cual darle, y pensaron que esta y la de la tercera edad eran las mas vacías de contenido. Condición necesaria para hacérselo fácil.
Como concejal con plena dedicación, pudo colocar a su mujer, en el puesto de secretaria suya, y ya las cosas empezaron a ir mejor. En la empresa de servicios públicos se necesitaba un concejal que figurara al frente y pensaron en él, dado que nunca proponía nada ni polemizaba en las reuniones con el grupo de concejales, entre otras cosas porque nada entendía y se aburría como una ostra. Por tanto el no ser polémico le granjeaba el afecto, y el ascenso remunerado en la escala política.
Gastos, dietas, y otros emolumentos “non santos” ayudaban al bienestar familiar.
Llegó a ser, después del alcalde, el concejal con más poder en el Municipio, debido en gran parte a sus largas estancias en el Ayuntamiento porque se aburría en casa con la mujer y las niñas, y en parte a su buena relación con el chulo que era el dueño de un puticlub cercano, que le hacia buen precio a él y a los que le acompañaran, ofreciéndoles la compañía a su vez de las tres valiosas joyas de su harén polaco.
La situación de la familia mejoró bastante, hasta el punto de poder estudiar las chicas, y atesorar tres pisos, adquiridos “con facilidades del vendedor”, el familiar y dos para las dos mujercitas, que al seguir viviendo en casa con los papas, pusieron en alquiler los mismos para hacer negocio.
No leía el periódico porque le parecían todos iguales, y se excusaba siempre de acudir a los mítines; el arte en su casa se circunscribía a una figura en forma de bailarina de Lladró que les regalaron el día de la boda, y que se encontraba dispuesta a saltar del televisor al suelo en cualquier instante, y un cuadro (archirepetido) que representa a una pareja india abrazados, y formando una especie de pene con sus mantos llenos de doraditos brillantotes, vamos una mierda en mitad del salón.
En su discoteca, el Fari, y los Chichos.
Hoy se ha muerto, y unos representantes de su partido encabezan el cortejo, haciéndose acompañar de una corona en la que destaca el logotipo del partido, y una frase muy original: “Tus compañeros no te olvidan”.
Tan vulgar fue en su vida como en su sepelio. A buen seguro le pondrán su nombre a una calle del pueblo, que procuraré esquivar.
Ellos lloran la muerte de él, y yo lloro la muerte de España.
El Ayudante del Farero.