La ciudad, cualquiera, está en obras, la casa está en obras, la escalera está siendo pintada, el coche está en el taller, en la oficina hay obreros cambiando la moqueta, y técnicos arreglando los ordenadores. Espléndido. Todo está en obras.
La perentoriedad se ha adueñado de nuestras vidas, porque el mantenimiento lo es todo, sin mantenimiento continuo no hay progreso, no se siente el pulso de la ciudad, no se crean puestos de trabajo. Cierto es que resulta reaccionario y decadente el panorama que ofrecía la extinta Unión Soviética, absolutamente carente de mantenimiento de cualquier tipo, en instalaciones públicas diversas, mientras se caía a trozos, como se les cayó el muro (ideológicamente carecían también de mantenimiento)
No obstante, existe un punto medio ideal, que viene definido por el hecho, de que la vida útil de instalaciones y estructuras, hay que establecerlo teniendo en cuenta los periodos de mantenimiento, para que exista, mucho más tiempo de uso y disfrute que el dedicado a estar en obras, de no ser así algo va mal, no ya en la instalaciones y las estructuras, sino en la cabeza de los encargados de las mismas, o lo que es peor, en los intereses lucrativos y espurios de estos.
Asimismo es tan grave o más, la indolencia y pasividad con la que los paganos, que son los contribuyentes a este continuo trasiego de Penélope, tejer y destejer, de la subcontrata de la subcontrata, de la subcontrata inicial, de los hermanos Max, en definitiva, de esos que votan elección tras elección impertérritos, mientras entre suspiros afirman: “Es lo que hay”, y yo le apostillo: “Ni más ni menos, que lo que os merecéis”.
La perentoriedad se ha adueñado de nuestras vidas, porque el mantenimiento lo es todo, sin mantenimiento continuo no hay progreso, no se siente el pulso de la ciudad, no se crean puestos de trabajo. Cierto es que resulta reaccionario y decadente el panorama que ofrecía la extinta Unión Soviética, absolutamente carente de mantenimiento de cualquier tipo, en instalaciones públicas diversas, mientras se caía a trozos, como se les cayó el muro (ideológicamente carecían también de mantenimiento)
No obstante, existe un punto medio ideal, que viene definido por el hecho, de que la vida útil de instalaciones y estructuras, hay que establecerlo teniendo en cuenta los periodos de mantenimiento, para que exista, mucho más tiempo de uso y disfrute que el dedicado a estar en obras, de no ser así algo va mal, no ya en la instalaciones y las estructuras, sino en la cabeza de los encargados de las mismas, o lo que es peor, en los intereses lucrativos y espurios de estos.
Asimismo es tan grave o más, la indolencia y pasividad con la que los paganos, que son los contribuyentes a este continuo trasiego de Penélope, tejer y destejer, de la subcontrata de la subcontrata, de la subcontrata inicial, de los hermanos Max, en definitiva, de esos que votan elección tras elección impertérritos, mientras entre suspiros afirman: “Es lo que hay”, y yo le apostillo: “Ni más ni menos, que lo que os merecéis”.
El Ayudante del Farero.