A la frase arrogante y amenazadora, en tono de pregunta o de afirmación, de : "Usted no sabe no sabe con quien está hablando", yo contesto que sí, que lo sé perfectamente.
Usted estudió junto a mí en el colegio, caballerete, usted como hijo mimado de padres prepotentes, presumía siempre del especial trato que recibía del profesorado, conseguido por indicación o amenaza de los fascistas de sus padres, que eran jueces, policías o en general sicarios del poder autócrata. Más tarde en la universidad, se escondía cobardemente en la biblioteca para no mezclarse con los que recorríamos los pasillos poniendo carteles, o convocábamos asambleas y manifestaciones, dentro de nuestra actividad antifranquista. Cuando el boicot de exámenes, en los años setenta, corrió a examinarse a casa del catedrático, para saltárselo. Durante el servicio militar, accedió a informar al Servicio de Inteligencia Militar de quienes eran los organizadores de la movilización de los soldados, y de las actividades de la Unión Democrática de Soldados, y sufrimos persecución y arrestos por su delación. Continuó agazapado políticamente, y vio pasar los años y llegar las canas, desde su buen puesto profesional, obtenido gracias a las influencias de sus padres.
Traicionó a su mujer como a sus compañeros de estudios o de trabajo, gracias a lo cual se fue encaramando socialmente, dejando un reguero de desolación al paso de su ambición desmedida.
Y ahora desde ese partido político, y de ese cargo público, presume de ser demócrata (de toda la vida), admirador de la transición, entusiasta seguidor del rey, y progresista incuestionable.
Ayer le oí decir la frase de marras, y sentí, que no me la dijese a mí, claro que no pierdo la esperanza, porque es usted tan necio y ególatra, que no se acuerda de quien soy yo, y el día menos pensado se me planta delante, y me la espeta, engolando la voz, y ahí te quiero yo ver. Como voy a disfrutar. A la espera de que nos veamos, reciba mi más absoluto asco y desprecio,
Usted estudió junto a mí en el colegio, caballerete, usted como hijo mimado de padres prepotentes, presumía siempre del especial trato que recibía del profesorado, conseguido por indicación o amenaza de los fascistas de sus padres, que eran jueces, policías o en general sicarios del poder autócrata. Más tarde en la universidad, se escondía cobardemente en la biblioteca para no mezclarse con los que recorríamos los pasillos poniendo carteles, o convocábamos asambleas y manifestaciones, dentro de nuestra actividad antifranquista. Cuando el boicot de exámenes, en los años setenta, corrió a examinarse a casa del catedrático, para saltárselo. Durante el servicio militar, accedió a informar al Servicio de Inteligencia Militar de quienes eran los organizadores de la movilización de los soldados, y de las actividades de la Unión Democrática de Soldados, y sufrimos persecución y arrestos por su delación. Continuó agazapado políticamente, y vio pasar los años y llegar las canas, desde su buen puesto profesional, obtenido gracias a las influencias de sus padres.
Traicionó a su mujer como a sus compañeros de estudios o de trabajo, gracias a lo cual se fue encaramando socialmente, dejando un reguero de desolación al paso de su ambición desmedida.
Y ahora desde ese partido político, y de ese cargo público, presume de ser demócrata (de toda la vida), admirador de la transición, entusiasta seguidor del rey, y progresista incuestionable.
Ayer le oí decir la frase de marras, y sentí, que no me la dijese a mí, claro que no pierdo la esperanza, porque es usted tan necio y ególatra, que no se acuerda de quien soy yo, y el día menos pensado se me planta delante, y me la espeta, engolando la voz, y ahí te quiero yo ver. Como voy a disfrutar. A la espera de que nos veamos, reciba mi más absoluto asco y desprecio,
El Ayudante del Farero